Las mujeres labran la tierra y plantan las semillas que nos alimentan, garantizando la seguridad alimentaria y ayudando a luchar contra el cambio climático. Y a pesar de ello, sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.
Estas mujeres campesinas no son números, ni estadísticas, son personas únicas, diversas, fuertes, creativas y claves en el desarrollo de sus comunidadades.
Karem Lizeth Bejarano es una joven campesina que vive en la zona rural del municipio de Guadalajara de Buga (Valle del Cauca, Colombia), pero creció en Alaska, una comunidad donde un grupo de paramilitares en el año 2001 asesinó a sangre fría a 24 campesinos, entre ellos a un tío y un primo de Karem. Esto hizo que su familia se viera obligada a desplazarse hacia la ciudad de Cali.
Después de unos años, de culminar sus estudios y de tener sus primeras experiencias laborales, Karem sintió que el amor a la tierra y a la familia la llamaban, así que volvió a la vereda donde creció y conoció al Instituto Mayor Campesino (IMCA), institución aliada de ALBOAN en Colombia, y con la que lleva impulsando un trabajo conjunto desde hace ya varias décadas.
Karem se vinculó a diversos programas formativos impulsados por el IMCA, y recibió apoyo para hacer realidad su sueño, tener un vivero forestal para la propagación de especies nativas. A través de su iniciativa quería recuperar y sembrar especies de árboles que se encuentran en vía de extinción, y articularse a programas de reforestación para la conservación ambiental de la cuenca del río Guadalajara. Pero su emprendimiento comenzó a tener dificultades y la iniciativa parecía menguar, los meses pasaron y los árboles seguían creciendo, y nadie quería ya comprar árboles tan crecidos …
Por ese entonces, desde el IMCA, el nombre de Karem Bejarano fue postulado para ser representante de Colombia en el IV Encuentro de Jóvenes de la Alianza del Pacífico; y fue elegida entre más de 1.500 candidatas/os, siendo parte de un grupo de 48 jóvenes que, en representación de Colombia, viajaron a ciudad de México.
Durante esta experiencia, Karem conoció muchos otros emprendimientos, lo cual le ayudó a repensar su propuesta e identificar una oportunidad innovadora para su emprendimiento. Así que la inspiración llegó y pensó … ¿por qué no buscar madrinas/padrinos para mis árboles y sembrarlos en la cuenca del río Guadalajara?, y así nació su campaña “Sembrando vida, apadrina un árbol nativo” https://www.facebook.com/sembrandovidabuga/.
Su meta fue ofertar y plantar 400 árboles de diferentes especies nativas, pero su campaña tuvo eco en más de 500 personas, quienes apadrinaron los árboles que fueron sembrados el mes de octubre de 2019.
Pero aquí no acaba la historia, tiene un episodio más. El IMCA invito a Karem para que participara en el Premio a la Innovación Juvenil Rural de América Latina y el Caribe, y tras muchas horas elaborando videos, propuesta de modelo de negocio, etc. Karem fue una de las 16 finalistas elegidas entre los 18 países participantes, y ha logrado el premio en la categoría de Acción Climática, para ella “Estas experiencias … son fruto de la dedicación, del empeño que le pongo a mis propósitos, y la importancia para volver una idea en algo concreto. La verdad, llevar a cabo un emprendimiento y además sostenerlo, es muy complicado y reta mucho a estar en constante reinvención; pero también, es una realidad que de las dificultades surgen ideas que son innovadoras, y la campaña de apadrina un árbol para mí resultó ser una gran oportunidad”.
Karem Bejarano, es una joven campesina, ejemplo para muchas personas, y reflejo fiel de esa fuerza de las mujeres rurales alrededor del mundo.